lunes, 12 de septiembre de 2011

Pedigüeños se expanden en calles de Santiago


En esta práctica participan niños, adolescentes, adultos y ancianos
La práctica de pedir limosna se ha convertido en una costumbre que se expande cada día de manera vertiginosa en Santiago y otras ciudades del país, actividad en la que participan niños, adolescentes, adultos y ancianos tanto dominicanos como haitianos de ambos sexos.
  
Aunque viene desde lejos en los últimos años se ha diversificado por diferentes razones, entre ellas, la crisis económica,  falta de empleos, irresponsabilidad de algunos padres, los vicios y la costumbre de la vida fácil.
 
En principio esta actividad se limitaba a los minusválidos, es decir personas con deficiencias físicas, a quienes parientes colocaban en calles céntricas de la ciudad, para pedir a los transeúntes la donación de laguna moneda.
 
Sin embargo luego esta práctica ha llegado a un extremo que personas se daban a la tarea de alquilar a estas personas con deficiencia psicomotora, para ir a las calles a pedir y obtener beneficios.
  
Más adelanta padres irresponsables se dieron a la tarea de enviar a sus hijos a las calles, en muchos casos privándolo de recibir el pan de la enseñanza, para dejar en éstos la responsabilidad de sostener esos hogares.
  
Este oficio se diversificó con la llegada de decenas de haitianos de diferentes edades y sexo, que eran trasladados desde el vecino país para colocarlo en las principales ciudades a pedir.
  
Con este negocio se beneficiaban autoridades y chóferes que permiten el traslado de esas personas en la mayoría de los casos ilegal y los conductores que cobran altas suma de dinero para el transporte.
  
En el caso particular de Santiago hay casos de personas que viajan de otras ciudades como La Vega, Moca, San Francisco, Puerto Plata y otras quienes pagaban un pasaje para mendigar limosna en las calles de esta urbe.
  
En los años más recientes  a ésta práctica se han sumado personas que están sumidos en los vicios (piperos), que buscan a como de lugar dinero para comprar sustancias prohibidas, convirtiéndose a veces en rateros, para poder comprar esos productos.
  
Se suman a éstos aquellas personas que se inventan la venta de productos de baja calidad, quienes se presentan en nombre de instituciones benéficas, pidiendo una colaboración a cambio de esos artículos.
 
La costumbre se extiende de forma tal que hasta los vigilantes que cuidan instituciones bancarias solicitan regalos a los clientes que acuden a retirar dinero en los cajeros automáticos.