sábado, 26 de marzo de 2011

Lo bueno que seria viajar con el Presidente Obama

A las 3:30 a.m. del martes 22 de marzo suena la llamada automática del despertador en mi habitación de hotel en Santiago de Chile.
Tan sólo tres horas antes había conciliado el sueño, agotado al final de otro intenso día de cobertura de la visita del presidente estadounidense Barack Obama a Chile.
Pero había que madrugar otra vez. Como había venido haciendo todos los días desde el viernes anterior, cuando entró en marcha la maquinaria de la Oficina de Viajes de la Casa Blanca que coordina al cuerpo de prensa que acompaña al presidente.
Se le conoce como la "burbuja" y es un nombre justo, porque lleva consigo el aire y las preocupaciones de Washington a donde quiera que vaya el presidente de EE.UU.
Esta gira, por ejemplo, quedó eclipsada desde la primera escala en Brasilia por el interés de saber cómo se estaba manejando la crisis en Libia a bordo del Air Force One.

Tour apretado

Unos 50 periodistas tomamos el vuelo charter que siguió al Air Force One desde Washington en su ruta por Brasilia, Río de Janeiro, Santiago y finalmente San Salvador. Todo en cinco días.
La "burbuja" de prensa de la Casa Blanca desembarca en Santiago de Chile
La "burbuja" de prensa de la Casa Blanca desembarca en Chile, celosamente guiada por funcionarios de la Casa Blanca.
El cronograma implacable hace de estas giras una experiencia similar a viajar en esos tours de agencias que prometen conocer diez o quince grandes capitales de Europa en ocho días.
Siendo políticamente incorrecto, un buen ejemplo son esos turistas japoneses que siguen apurados al guía de la sombrilla roja en Roma, Madrid o Londres.
La misma sensación de estar siendo arreado. Y sospecho que la misma frustración al regreso, cuando se pone uno a pensar qué tanto conoció, qué tan a su aire se movió.
En este caso, queda uno pensando qué tan útil fue ese "acceso privilegiado", que es la promesa tácita de estar dentro de la burbuja de prensa de la Casa Blanca.
Porque los que viajamos en el charter nunca pudimos ver de cerca al presidente Obama. Ni siquiera al subsecretario de Estado para América Latina, Arturo Valenzuela, más parco que de costumbre.
Sólo algunos importantes asesores de la Casa Blanca entablaban conversación con la burbuja en los centros de prensa.

Primeras clases

El viaje no es una invitación, es pagado. Y es un gasto notable incluso para los medios de mayor renombre y presupuesto.
La bandera de Brasil decorando el interior del avión de la prensa
La bandera de Brasil decora el interior del avión de la prensa que acompañó a Obama por América Latina.
Es confortable, con ventanilla y asiento contiguo vacío asegurado. No es primera clase, aunque cuenta con la solícita amabilidad del personal de abordo.
La verdadera primera clase del avión queda reservada para algunas de las figuras más conocidas del mundo de las noticias, en una distribución de asientos cuyo criterio nadie cuestiona en voz alta.
Aunque si se trata de clases, hay un abismo entre los del charter y la "élite" periodística que comparte asientos con el presidente y los suyos: el pool que genera las imágenes oficiales de la visita.
En algunas ocasiones, el resto de la prensa nos limitamos a consumir lo que suministra el pool y que es lo mismo que recibe cualquiera que encienda un televisor en su casa.
Es el pool el que tiene acceso directo garantizado y el que termina siendo la fuente para el resto de la burbuja.
Es un arreglo lógico por seguridad y logística, pero crea la paradoja de estar tan cerca de la fuente de la información y en ocasiones tan lejos del conocimiento.

Servicio secreto

También se está lejos de los países visitados, en buena medida porque la seguridad impone condiciones que pueden complicarnos a los periodistas el contacto con lo local.
Conferencia de prensa
Brasil suspendió una sesión de preguntas en la rueda de prensa presidencial para evitar que el tema de Libia dominara el evento.
Seguridad es lo que define la burbuja: un espacio al que acceden sólo acreditados, a quienes desde antes del viaje ya se les ha verificado su historial.
El domingo en Río de Janeiro buscaba cómo consumir productivamente las tres horas que faltaban para el discurso que Obama iba a ofrecer en el Teatro Municipal.
Pero el servicio secreto no me dejó salir del Teatro para acercarme a unos pocos manifestantes que ondeaban una bandera de Cuba, muy cerca, al otro lado de la plaza.
"Si te pierdo de vista no te puedo dejar entrar", me explicó amable pero firmemente el agente de característicos lentes oscuros y audífono al oído. Y con ellos no hay regateo posible.

Washington itinerante

Terminado aquel discurso sucumbí a la costumbre periodística de buscar las reacciones. Obtuve buen material, pero quedé fuera de la "burbuja".
Brasilia, sala de prensa de la Casa Blanca
En Brasilia, los periodistas esperaban una palabra del presidente, no tanto sobre lo tratado con los brasileños, sino sobre Libia.
Y aunque eso me costó tiempo y dinero, ese día tuve un contacto más cercano con el lugar.
Luego, en San Salvador, la decisión de subir a mi habitación para ver cómo los medios locales cubrían la visita hizo que me enterara con minutos de retraso la decisión de acortar el viaje.
Pocos minutos en verdad, pero en el mundo del "última hora" los segundos son preciados.
Salirse de la "burbuja" produce la sensación entrar en "la realidad", pero saliéndose de la dinámica presidencial, que es lo que al fin y al cabo vino uno a cubrir.
Y para los que viajamos con este Washington itinerante, por limitada que pueda ser a veces, no hay vida fuera del oxígeno informativo de su atmósfera.
publicado por: Cecilio Rodriguez Mirabal